viernes, 5 de junio de 2009

LA MUERTE DE ATAHUALLPA

La conmoción que siguió de la muerte de Atahualpa se ve reflejada en las palabras del Curaca de Tumbaco en Quito (1534) nos dice en su obra Wanka:
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Sobre pacay enorme el viejo búho con su fúnebre lloro

Se lamentaba

Y la tierna paloma en la alta fronda

Presa de honda amargura se lamentaba.

Los crueles Blancos que oro pedían,

Como una plaga nos invadieron.

Al padre Inka después de hacerle prisionero

Después de infundirle confianza,

Muerte le dieron.

Con entrañas de puma

Con astucia de zorro

Tal si fuera una llama le mataron.

Después, el rayo hendió los aires se desplomó el granizo

Desapareció el Sol y se impuso la noche.

Y los sabios ancianos, vencidos por el miedo,

Junto con muchos hombres vivos se sepultaron.

¡Cómo no he de verte amargo llanto

Al hallar en mi tierra gentes extrañas!.

Juntémonos tan sólo los que somos hermanos

Y en la llanura ensangrentada nuestro dolor lloremos.

Tú, Inka, padre mío que habitas en el mundo de arriba,

Siempre serás testigo de mi infortunio.

¡Pienso en todo esto y aún no muero!

¡Mi corazón ya está fuera del pecho,

Y vivo todavía!.