La conmoción que siguió de la muerte de Atahualpa se ve reflejada en las palabras del Curaca de Tumbaco en Quito (1534) nos dice en su obra Wanka:
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Sobre pacay enorme el viejo búho con su fúnebre lloro
Se lamentaba
Y la tierna paloma en la alta fronda
Presa de honda amargura se lamentaba.
Los crueles Blancos que oro pedían,
Como una plaga nos invadieron.
Al padre Inka después de hacerle prisionero
Después de infundirle confianza,
Muerte le dieron.
Con entrañas de puma
Con astucia de zorro
Tal si fuera una llama le mataron.
Después, el rayo hendió los aires se desplomó el granizo
Desapareció el Sol y se impuso la noche.
Y los sabios ancianos, vencidos por el miedo,
Junto con muchos hombres vivos se sepultaron.
¡Cómo no he de verte amargo llanto
Al hallar en mi tierra gentes extrañas!.
Juntémonos tan sólo los que somos hermanos
Y en la llanura ensangrentada nuestro dolor lloremos.
Tú, Inka, padre mío que habitas en el mundo de arriba,
Siempre serás testigo de mi infortunio.
¡Pienso en todo esto y aún no muero!
¡Mi corazón ya está fuera del pecho,
Y vivo todavía!.
viernes, 5 de junio de 2009
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